Negación y despedida


Esa noche te hice el amor con el corazón en la piel y con rabia en la boca. Estaba furiosa porque no podías quererme como yo quería, porque no había sido capaz de decirte sí que estaba enamorada de ti, porque te mentí cuando te dije que no te había extrañado y sabía que tu también mentías. 

Apenas acababas de llegar y ya te sentía lejos. Un temblor en el estómago me dijo que ese más que un reencuentro era una despedida. 

A la mañana siguiente tomé tu cabeza y la puse entre mis senos, olí tu pelo y mi piel se despidió de ti para siempre. Sin los ruegos de la noche y sin los mensajes que vendrían hasta un mes después, mi cuerpo lo sabía y te dijo adiós antes que mi mente. Esa aún se resiste a aceptar el vacío de tu ausencia.


Espero que algún día me sorprenda en cualquier otra cama el olor del detergente con el que lavan tus almohadas, para perderme en la ensoñación de tus movimientos contra mi cuerpo y tu mirada diáfana. 


Todavía te extraño.

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