Sagrado corazón



El hoyo en el corazón se llenaría si pudiera llegar a tu casa y abrazarte, oler tu pelito y sentir que aunque no me devuelves el abrazo, te sientes querida. Me haría bolita en tu sofá amarillo, lleno de pelos de las gatas y estaría allí por horas contándote de mi felicidad, haciéndome vulnerable y sintiéndome segura a la vez. Te reirías a carcajadas, me dirías que él me miente, que vaya con cuidado. Seguramente ignoraría todos tus consejos, pero me quedaría una suspicacia en el corazón. Y entonces comeríamos sin remordimientos y sería tu turno de contarme las cosas que en los últimos meses te han hinchado y arrugado el corazón. Te diría que estás hermosa, que me hace feliz que hayas logrado alcanzar tu ideal de belleza. Comentaríamos la novela y hablaríamos de las tetas rosadas de Duna, de la mala cara de La bebé, de las travesuras de Mini y de la gordura de Mago. 

Te convencería de salir y, una vez afuera, me opacarías, sin duda. Yo sería siempre un satélite orbitando alrededor de tu belleza y tu inseguridad. 

Vuelve que quiero hacerte parte de mi felicidad. 

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El corazón se me está quemando. Está ardiendo entre llamas, me lo quiero arrancar. Tengo el pecho en carne viva de sentir tanto, sentir tan fuerte. El calor no me deja respirar, me ahogo en sentimientos que calcinan y en una sustancia viscosa que se me pega a la piel a medida que se derrite. El corazón no para de latir, se quema y sigue latiendo incluso más fuerte que antes. Frente a los momentos previos a la muerte es cuando más viva me siento.


¿Vas a querer este corazón chamuscado? ¿vas a querer mi corazón? No importa ya, seguramente un día a punto de dártelo, me arrepentiré.

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