Ropa sucia


Me gusta pensarte como si estuvieras muerto para poder justificar tu imagen persistente en mis sueños y en mi lucidez. Para poder sentirme menos tonta cuando duermo con tu camiseta y la enjuago en lágrimas. Para poder descansar tranquila imaginándome tu abrazo ¿Cómo fue que dejé esto llegar hasta aquí? Te enterré para poder seguir aferrada a tu recuerdo. Al recuerdo de un transeúnte. 

Tengo miedo de haberte idealizado cada noche. Tengo miedo de haber puesto esta tristeza en un pedestal  que ya no puedo alcanzar. Tengo miedo porque te quedaste aquí dentro más del tiempo que estuviste presente en realidad, porque la verdad es que no estás muerto. Estás feliz. Estás con ella. Y te imagino levantándote todas las mañanas oliendo su cabello rubio y riendo. Y haciendo un croquis en su piel. Y la imagino a ella hablándote en un idioma indescifrable para mí, paseándose desnuda entre el frío y la luz, tomándote fotografías en la cama, caminando en la ciudad y tomando café en una calle empedrada un domingo por la tarde después de hacer el amor. Viviendo el sueño, mi sueño. Mientras yo lloro envuelta en sábanas sucias con tu camiseta puesta, siempre. Sin poder salir de este estado de autocompasión porque a donde quiera que me mueva no habrá esperanza, ni tampoco vas a estar tú.

La certeza de tu llegada vino para darme una bofetada. Tu llegada con ella. Tu llegada, a tu casa, a tus padres, a tus amigos, a tus raíces, tu llegada con ella. Tu llegada a seguir durmiendo con ella en una habitación llena de recuerdos de otras, incluida yo. Tu llegada vino a recordarme tus calzoncillos azules de Calvin Klein y ahí mismo caí yo en esa ansiedad de saber que voy a superarte pero que no sé cuando. No se cuánto pasará para que tu ausencia eterna y tu presencia breve dejen de doler,

Extraño tu dependencia infantil, extraño los abrazos prestados, extraño intimidarte y que me intimides, extraño tus calzoncillos azules de niño de 14 años.

Comentarios