Una semana es suficiente para revivir el odio.
Es claro que no podría volver a vivir aquí. El calor y la gente de esta ciudad revive todos mis demonios. Se apoderan de mí, me convierten en otra persona. Se me olvida la decencia y me acosa la demencia. Volver a vivir aquí sería explorar la máxima expresión de miserableza de mi ser.
Lo que más me gusta de vivir sola no es, como todos creen, la libertad del libertinaje. Lo mejor es el silencio. Es poder llorar con tranquilidad sin que nadie esté preguntando cada cinco segundos qué me pasa o tratando de consolarme. Odio que me consuelen. Es un acto egoísta. La gente lo hace para sentirse mejor consigo mismo, para sentirse útil.
Odio a esta gente corrupta. Viven como en un corral. Viven como en un juego de los Sims, delimitados y sin conciencia de nada. Por eso roban a dos manos y cometen estupideces tan gigantes. Su mente es tan pequeña como los 25.020 km² que comprende el departamento. Aquí no se miden impactos. Si yo me robo una plata de la entidad que le da de comer a los niños hambrientos y huérfanos, o si me robo una plata para construir las casas de la gente más pobre, o de los subsidios de salud de los campesinos, y me compro una camioneta 4x4 y una casa en el barrio mas prestigioso de la ciudad, no importa. Aquí lo que importa es qué cara van a poner los vecinos, y el ex compañero de colegio y los socios del club, y el político que se sienta en el palco de al lado en el concierto del artista vallenato paraco del momento. Al fin y al cabo los niños y los campesinos son del interior del país, rolos, cachacos, "esos tienen más oportunidades que uno que es de la costa".
Colombia, entre otras cosas, es el país de mierda que es por el regionalismo. Lo llevamos tan arraigado, tan pegado que hasta la tierra lo sabe porque nos tocó una geografía hermosa pero hijueputísima para los fines capitalistas y aún más con administradores corruptos.
Comentarios
Publicar un comentario