La generación por debajo de los 19 superó la modernidad. Estas criaturas son minimalistas puros de la vida y del estilo. Son una generación casi extraterrestre a los que todos vemos como un peldaño más arriba, el nuevo eslabón en la cadena evolutiva que nunca podremos alcanzar los que pasamos de los 20 y que no veríamos ridículos imitando.
Te inspiran respeto y los ves como dioses. Tienen el poder a pesar de tener 17 años. Son la mezcla de lo mejor de la raza blanca y la raza negra, por eso nos parecen tan raros, porque nadie nunca había podido unir tan perfectamente a dos enemigos históricos, como ellos lo hicieron con su solo ser.
Están por encima de toda sexualidad, de toda clasificación, preferencia, encasillamiento, por eso son tan queer y parecen ser tan normales al mismo tiempo. Están por encima del bien y el mal, por eso nadie se atreve a cuestionarlos, ni sus propios padres.
Son tan impredecibles que un día pueden salir con Kim Kardashian o Justin Bieber, y al otro aparecer cantando con un artista desconocido, en las mejores exposiciones de arte o de cine y fotografía experimental. Son omnipresentes y sabelotodos. En todo lugar pueden estar y en todo lugar serán aceptados, como si manipularan tu mente cuando te miran con ojos profundos.
Son los hijos de los hipsters. No creen dedicarse a hacer una sola cosa en la vida, no tienen por qué escoger. Son multifacéticos y un día pueden conseguir fama como cantantes, parar porque se aburrieron y luego ser modelo o, incluso, científico. Y en todo son buenos. Tienen al mundo a sus pies.
Fueron instruidos con educación alternativa. No creen en la educación tradicional de escuelas y universidades, sino en explotar y explorar su inteligencia emocional hasta donde el subconsciente se los permita. Ellos escogen como quieren aprender, si leyendo novelas o viendo películas, hasta internándose en la naturaleza. Son dioses y reyes. Son afterpostmodernists.
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