Se cagaron en la educación


Odio infinitamente dedicarle tiempo a algo que no me apasiona. Me frustra que me den ganas de escribir e investigar sobre un tema pero que, por trabajos culeros de la universidad, no pueda dedicar mi tiempo a escribir cuando mi cuerpo y mi mente me lo piden. Me repugnan los profesores sarcásticos y groseros, esos que son vacas sagradas y que nadie los puede tocar porque sus pies están anclados con cemento en una repisa de una institución educativa. Odio que este sistema no se centre en enseñar lo que uno quiere aprender. 

Tomemos un momento para pensar en los sistemas de medición. Clasifican la inteligencia con límites matemáticos y científicos y dejan por fuera las inteligencias emocionales y artísticas negándole la oportunidad al que no piensa ni aprende de la forma en que ellos lo dicen, y a raíz de eso desperdician genios sumiéndolos en depresión y frustración eterna por falta de oportunidades.Odio la intolerancia a la diferencia en los establecimientos educativos. Odio que una nota tenga que definir no solo el conocimiento sino las capacidades, y odio que sean la puerta de entrada para quienes dan las oportunidades para trabajar en lo que nos gusta. 

Odio no ser buena en nada y en la comodidad de mi hogar sentirme una genia para todo. Odio trasnochar haciendo algo que no me gusta y odio los trabajos en grupo, la competitividad, los rechazos, la falta de unión. Odio que los profesores humillen a un alumno cuando llega tarde. Odio a las universidades que en vez de facilitarle las cosas a un estudiante que propone, simplemente las dificultan porque no fue idea de ellos. Odio la inflexibilidad. Odio que las personas con ganas de estudiar no puedan y odio que el estado les complique más las cosas. Odio cuando un indígena o un afrodescendiente tiene que desertar porque su educación básica simplemente no le dio las herramientas para mantenerse hasta donde llegó. Odio este sistema.

Odio escribir según lo que el profesor quiere y no poder imprimir mi estilo personal en los escritos que, aspiro, me den de comer algún día. Odio que todos los periodistas sean iguales, que salgan de la facultad siendo clones de profesores mediocres que han anclado su vida a una pedagogía que solo existe en su cabeza. 

Muchos de mis compañeros, los malos periodistas, me dan ganas de vomitar porque lo único que hacen es transcribir entrevistas y preocuparse por obedecer para obtener un 5.0. Odio que se feliciten entre ellos el día del periodista porque cada vez que miran mal a alguien diferente a ellos, o hacen comentarios hirientes  o se interesan por temas frívolos y banales, me ratifican que este oficio les queda grande y me decepciona más que los profesores aprueben esos temas simplemente porque les caen bien por los chistes sexistas que hacen. 

Odio que la comunicación y el periodismo sean una sola carrera ¿que no se han dado cuenta que son cosas abismalmente diferentes? Se cagan la comunicación, se cagan el periodismo, y de paso se cagan el país y, aún más importante, se cagan en la juventud y en los futuros profesionales. Por eso es que la gente ha dejado de votar, por esa calidad de generadores de opinión que están saliendo de facultades de comunicación donde un día les enseñan como hacer lobby y al otro día, en una clase de ética dictada por un militar, les dicen que, como periodistas, no acepten invitaciones de entidades comerciales. Nos cagan desde el mismo momento en que juegan con nuestro cerebro y nuestros principios.

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