Anoche soñé que hacíamos el amor, que volvía a sentir esa inmensidad que no siento con el sexo casual, que me decía que nunca creyó que otra vez volvería a besarme, que veía su cara mientras se venía. Y fue hermoso, como siempre.
Pero me desperté y esa sensación de plenitud se fue convirtiendo en una tristeza tan diferente a todas las que alguna vez he sentido. Una tristeza honda, fuerte y resignada a no tenerte nunca más, una tristeza vacía y persistente, una tristeza seca y con raíces fuertes, una tristeza con amor.
Quizá lo más difícil de todo esto es no tener rencor, ni una razón para odiarlo. Es saber que incluso hasta los momentos mas difíciles de una ruptura son lindos, porque él los hace lindos. Hasta el dolor es atesorable, porque es un dolor tan genuino, tan de las entrañas, tan rico. Un dolor incomparable a la muerte, o al que te causas tu mismo, porque este te lo causa alguien que te ama, que tu amas y que es tan puro que en algún momento se convertirá en un buen recuerdo.
Y me atormenta estar encerrada en estas 4 paredes y que al otro lado de la ciudad, dentro de otro cuarto, estés tu. Me mortifica el reconocimiento de estas dos personas que se aman con una intensidad increíble, que sufren por no estar juntas, pero que una decisión cuadriculada, estúpida y dolorosamente acertada les impide hacerse felices otra vez.
Comentarios
Publicar un comentario