Mis 5 sentidos


Justo cuando crees que ya no te afecta y que lograste engañar al cerebro y al corazón con señuelos agrios, se sube alguien al bus con su mismo perfume y en una milésima de segundo te paralizas, cierras los ojos, inhalas y empiezas a imaginar el roce de su mano con la tuya, el calor de sus labios besándote, el aroma de su abrigo preferido, la vibración de su voz en tu cuello.

Y entonces dos lágrimas se te escapan, abres los ojos y caes en cuenta de lo patética que realmente eres, que no importa lo que hagas, nunca nadie te va a amar así, que esas cosas solo se sienten una vez en la vida, y bueno, lo arruinaste.

Puedes engañar a tus ojos poniéndoles en frente lo que más los deleite. Al oído también lo engañarás, dejando fluir mentiras que disfrutas en creerte, emitidas por voces que a la primera palabra te excitan. También logras engañar al tacto poniéndole a su disposición una piel seca y lampiña, quizá no sea cómodo, pero te distrae. Incluso le darás gusto al gusto saboreando la explosión de humedad de otra lengua mientras descubres nuevas maneras de besar. Pero hay algo que no podrás manipular nunca: el olfato.

Esa trompetita en medio de tu cara es capaz de conectarte con los recuerdos más profundos de tu cerebro y te transporta el día menos pensado a las esquinas más recónditas de su cuerpo que tanto tiempo dedicaste a explorar, te lleva al olor de su sudor, te recordará a lo que huele su automóvil, su cabello, su ropa y sus sábanas.

Y es allí donde te das cuenta que no tienes salvación, te perdiste con él para siempre y la sucesión de tus días es solo un intento, a veces exitoso, por engañar a tus sentidos.

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