La última noche

Eramos basura familiar reunida bajo las estrellas. No se veía nada mas que dos muchachos envueltos en telas blancas, caminando etéreos como en una pasarela. Una vuelta, una pose y un beso entre los dos. Estábamos ahí, reunidos, éramos por los que nadie apostaba, éramos los pecadores, los torcidos, los desviados, los depravados, los enfermos, éramos felices, somos.

Esa noche, más cerca a la luna que a la tierra, descubrí que aquellos que estaban ahí eran mil veces más valientes que yo porque son capaces de enfrentarse a su propia identidad en el mismo lugar que los vio nacer, bajo la mirada de su propia familia y amigos, se atreven, no se esconden, no huyen a otro lugar. Y ni siquiera se dan cuenta de lo importantes que son, de la marca que dejan, de a todos los que inspiran.

Esa fue la ultima verdad que se me reveló antes de irme. Me voy sin saber cuando volveré. Tenía parte grande de mi corazón anclado en un pueblo que odiaba pero al que sabía que siempre tenía que volver. Hoy me di cuenta que esa parte del corazón se redujo y que el pueblo ya es una ciudad y que tal vez no lo odiaba tanto como decía. Hoy el pasado se ve más pasado y el futuro más aterrador.

El malestar que me causaba estar aquí responde a que este lugar me hacía enfrentarme a un pasado que ya superé, que dejé atrás hace mucho tiempo. La que vivió aquí ya no soy yo, ya lo que queda de esa niña son vestigios. Irme hoy es irme con la certeza de no tener que mirar hacia atrás.

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