Hace unos días cumplí 24 años, y me jodiste tanto que te estoy escribiendo una carta a ti, a ti que ya estás muerto hace 35. A ti que si no te hubieras matado, seguramente estarías con el pelo canoso, escribiendo mierda y filmando mierda por las calles de Bogotá. Flaquito, viejo, derretido por los años. Como nunca quisieras haberte visto, te verías todos los días al despertar.
Me falta exactamente un año para estar en la edad de la muerte perfecta y tengo miedo, no sé si estoy lista. Quizá alargue la fecha dos años más para morir como rockstar, o quizá un año más para simplemente negarme a llegar a los asquerosos 30's donde a las mujeres les empieza a entrar ese desespero por casarse y por parir, por tener un carro y un apartamento. Quizá lo siga alargando más y más hasta que ya no sea yo quien le ponga una cita a la muerte sino que sea ella quien me encuentre en cualquier esquina. Creo que se resigné a vivir. Supongo que uno tiene que encontrarse cara a cara con ese arranque de depresión y adrenalina y hacerlo, morir. Yo sé que tu no querías hacerlo, sé que tu pensabas que te ibas a despertar en unas horas en un hospital, todo mareado y con el estómago lavado. Tu solo querías escapar unas horitas de la desesperación y te fuiste para siempre, sin pensarlo, sin quererlo, sin planearlo. Y es lindo, y está bien.
Ya tengo 24 y te sigo leyendo como todos estos años, taladrandome la cabeza con tus demonios que, hoy por hoy, también son los míos. Las enfermedades mentales son las más virales, te contagian cuando tienes las defensas y la crianza bajitas.
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