Domingo

Los domingos son días malditos. Son el día perfecto para suicidarse, para pensar más de la cuenta. Los domingos son días grises, de cielos negros, de gotitas frías pegadas a la ventana, de gatos bostezando. Son días para espiar a los vecinos: el que edita en el computador, el que fuma, el que practica monólogos, el que lava los platos. Si Rafael Chaparro dijo que no se podía sobrevivir a un domingo sin estar bajo los efectos del alcohol y del humo del cigarrillo, yo digo que no se puede sobrevivir sin un porro, sin canciones tristes y sin un gato.

Los domingos son días de sirenas de ambulancias, de Monserrate deprimido, de ese limbo entre estar despierto y estar dormido porque tu mente no se calla. Los domingos son días de ver películas que te vuelven mierda, son días donde el pasado pesa, el presente no se mueve y el futuro no existe.

Domingo es estar en un limbo entre la 13 y la 14. Domingo es arrepentirte de todo lo que le dijiste al puto psicólogo en la última sesión. Domingo es no querer ver a nadie, escodértele hasta tu compañera de apartamento. Los domingos huelen a paloma triste, a carro descompuesto, a ladrillo frío. Domingo es que el cuarto huela a mierda y sangre seca y spend some time away getting ready for the day you're born again.

Domingo es creer que ya lo habías superado y de repente su recuerdo te da en la cara con mucha más precisión que antes. Domingo es darse cuenta que él sí es parte fundamental de tu depresión, que ese hijo de puta te jodió, se fue y te jodió y no volvió. Domingo es aborrecer el sexo, no querer que nadie te toque pero pasar el día imaginando como te tocaba él, lo que te decía él, lo que aún sientes por él.

Los domingos son días en los que nadie aparece, y está bien. Porque estar solo es estar bien. Por eso matarse un domingo está bien.

Los domingos huelen a paella recalentada, a accidente en la esquina, a ambulancia que nunca llegó, a lágrima seca, a "ábrase huevón que hay que darle espacio", a "mierda, se le va a ir hondo al del carro".

Los domingos te das cuenta que escribir es un acto de las entrañas. Si no sientes el arranque de hacerlo, mejor no lo hagas, porque lo vas a hacer mal. Los domingos te revelan que los talleres de escritura no sirven porque cuando uno se obliga a escribir nada bueno sale.

 

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