Adiós

Desde el primer día que tuve la certeza de que él me pertenecía no pude sino pensar en el día que iba a perderlo ¿Cuál sería la razón? ¿Cuánto tiempo sería mío? ¿Sería robado? ¿Se cansaría de mi? Pero nunca pensé que sería yo la culpable de semejante pérdida; que un día me levantaría y me daría cuenta de que lo que tenía ya no era suficiente, que era perfecto pero que yo encuentro más valor en las imperfecciones y que rompería una que otra promesa que creí que era uno de mis principios.

Pero el hecho de que yo haya sido la culpable no minimiza el dolor, al contrario, lo aviva cada vez que recuerdo el punto de quiebre y me doy cuenta  de que por mi ser no pasa ningún sentimiento de arrepentimiento. Duele cada vez que cierro los ojos e imagino su cara, duele pronunciar su nombre, duele ya no poder escribirle apodos cariñosos y tener que tratarlo como un extraño y también duele perder esa segunda familia que me había ganado. Hablarle por última vez fue encontrarme con la Wanda más vulnerable de todas las que había conocido, una Wanda a la que le temblaban las rodillas y estaba que se cagaba y vomitaba al mismo tiempo solo al imaginar como sería ese último encuentro. Descubrí a una Wanda rogando por un beso que le devolvió un poquito de vida, una cachorrita mendigando refugio en los brazos del mismo hombre al que había mordido sin compasión.

A él, gracias por enseñarme todo lo que hoy sé del amor, de nuestra profesión, de las excepciones, de la fe en los demás, de la esperanza y de la simplicidad. Inspiró mis letras por casi tres años y hoy será la última vez que le escriba. Hoy se cierra el capítulo más importante de mi vida, de el más feliz, y lo recibo envuelta en cobijas frías, hecha un burrito de tristeza con lágrimas como aderezos. Amarlo fue lo más bonito de la vida, y despedirlo también, fue una despedida digna de una relación tan grande y tan respetuosa. Sin resentimientos, sin maldad, con el corazón libre y los ojos llenos de tristeza.

En mi mente perdurará por siempre el recuerdo de la textura de su piel, el olor de su perfume y de su sudor, la manera en la que me tocaba, el tono de su voz y sus expresiones favoritas. Y en mi corazón por siempre perdurará el amor que le profeso, el amor más bonito que hay en el mundo, se podrá transformar pero nunca extinguir.

Con todo el dolor de mi alma, y con todo el amor de la misma: Adiós amor de mi vida, adiós Ju.

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