Un suspiro antes de escribir la primera letra. Un minuto
para detenerme a escuchar el repique de las olas en la bahía que tengo frente a
mis ojos. Un momento para cerrarlos y sentir el viento en el balcón. Un segundo
trayendo a mí esos pensamientos que tuve contigo, en un balcón así, en una
ciudad así. Una mirada hacia el teléfono buscando, rogando una palabra o una
llamada tuya que me saque de esta realidad y me lleve al éxtasis de un nirvana
al que solo contigo llego. Una eternidad extrañándote.
¿Hasta cuando vas a tirar la piedra y esconder la mano?
¿Hasta cuando vas a calentar la comida sin intención de comértela? ¿Hasta
cuando el diablo va a seguir con este juego de provocarme? ¿Hasta que sucumba?
… Para qué, si ya en mis pensamientos y sueños más profundos sucumbí. Aunque
admito que uso las letras para tratar de escapar de la tentación de llamarte,
ese incesante deseo que podría destruir la imagen fuerte ante ti que tantos
sacrificios me ha costado.
Ya se ha vuelto costumbre que disfrutar los momentos de la
vida para mi sea sinónimo de vicio, es por eso que no dejo de añorar una
botella de vodka, de tequila o una cajetilla de cigarros. Y todo lo que tengo
aquí es soledad en el balcón de un decimo quinto piso y muchas ganas de oír tu
voz y tu asqueroso acento.
Cuanto quisiera a veces que se acabara este idilio tortuoso
al que me sometes. Hace meses que no sé si esto acabó o siguió o las dos, o si
va a seguir. En ocasiones siento deseos de odiarte y luego recuerdo que no
tengo derecho ni a eso. Y qué ironía, al ser tú y yo amigos con derechos,
aunque ni tú me consideras tu amiga ni yo a ti mi amigo.
Fui yo la ganadora de la lotería de los raros y me dieron el
premio mayor y tres más de consolación. Justo yo que los prefiero del combo
“todos son iguales” porque así uno ya sabe a qué atenerse desde el principio y
no se pone a sufrir pendejamente.
El futuro es incierto,
no hay nada más real. Una realidad inevitable de pensar. Y yo vivo modificando
planes según mis obsesiones temporales. Supongo que todo joven es así, y si no,
pues entonces tomé como deporte complicarme la vida.
Algún día volveré a visitar todos los lugares que hasta
ahora he conocido, sola, para vivirlos y disfrutarlos a mi manera sin necesidad de estar
dependiendo de generaciones pasadas.
Esta madrugada lo único que sé hacer es divagar y presionar
teclas, es por eso que este escrito no tiene cohesión, ni razón, ni corazón.
Fotografía por Jean Philipe Lebée
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