Relatoría del aquí y ahora


Un día un querido y recientemente difunto profesor, en una clase de filosofía me dijo que para disfrutar la vida había que procurar no perder la capacidad de asombro. Hoy descubrí que no me pudo haber dado mejor consejo.

Usualmente camino rápido, quejándome del calor, viendo sin ver los rostros que pasan a mi lado, con el seño fruncido y la mirada perdida. Pero que diferente es cuando salgo a la calle solo para tomar un respiro y pensar.

Los típicos ruidos del centro de la ciudad no me mortifican porque llevo en cada oído un audífono con mi música; camino lento casi sintiendo cada paso que doy; disfruto tanto del calor que siento en mi cuello y en mi frente como de la escasa brisa que en medio de su precariedad refresca; miro cada rostro que en su marcha se me acerca y veo personas con problemas y vidas propias; relajo los músculos de mi cara y siento cada parpadeo, cada inhalación y cada exhalación, uno de los mas grandes placeres de la vida (Cuando se sabe hacer correctamente) es respirar, algo que tildamos como "simple y cotidiano", como la mayoría de las cosas... Lo damos por sentado.

Y no pienso en cosas complejas, en personas complejas que envuelven mi vida en situaciones complejas, en este momento se invierten los papeles, a eso le resto importancia, a eso si que lo doy por sentado.

En los instantes que camino sola por la acera disfrutando del espectáculo visual que me brinda una arquitectura mixta entre colonial y moderna que trata de ocultar un hermoso atardecer solo soy yo, soy Wanda, soy persona, soy vida. No soy mal hablada, no pienso en sexo, no pienso en criticar ni en tener que agradar a nadie.

Justo ahí es cuando comprendo que no todos los días se puede estar tan cerca de la perfección, no todos los días me tengo que sentir bien, no a todos les tengo que agradar.

Recuerdo que solía despreciar la ciudad donde vivo y llevaba en mí un deseo ferviente de irme a residir y en otras mas grandes que según mi criterio escondían mas magia y mas historias, pero hoy abrí los ojos, me deje sorprender por cosas cotidianas y encontré que cada lugar tiene su propio encanto y descubrí al fin que es uno mismo el que se hace la vida infeliz al mortificarse por cosas que no se pueden cambiar, simplemente descubrí que soy feliz aquí y ahora, aquí en la que hoy siento MI ciudad que aunque no fue la que me vio nacer si es la que me ha visto crecer y es por eso que la siento mía.

Hoy me siento felizmente sedentaria, solo por hoy no siento la necesidad de cambio constante que me caracteriza, no me siento nómada, en esta cara de mi personalidad la bipolaridad no existe, se ha ido y sorpresivamente hoy pienso que mi adicción a los viajes puede esperar para darme tiempo de disfrutar lo que hoy vivo aquí.



Comentarios